sábado, 8 de noviembre de 2008

MI PADRE OLVIDO QUE SOY DE CARNE


Son las tres y media de la tarde y a mi padre como nunca le ha caído el antojo de dormir. Todos los días abandona la casa desde las dos y media pero hoy, precisamente hoy, se le ha dado por quedarse a descansar. Mi novio lleva media hora esperándome al otro lado de la ciudad, me ha llamado siete veces desde las tres, está igual de impaciente que yo, que no lo veo desde la semana pasada, sin embargo, es preciso que espere otro rato mientras agoto la posibilidad de salir sin ser descubierta.

Papá es un hombre tierno disfrazado de ogro que ha estado guardándome según él, desde hace muchos años de las amenazas del mundo exterior. Sus celos obsesivos me han ayudado a darme cuenta de lo importante que es el amor como para prohibirlo y de sentir en el otro la posibilidad de encontrar lo que desde hace tiempos se me ha negado. Ahora, sin que él lo sepa tengo novio desde hace siete meses. El décimo novio, claro está, en mi largo palmaré de amoríos. Él es un excelente cómplice, fabricante de aventuras inconcebibles en la mente de cualquier persona normal, amante del riesgo al igual que yo, desafiante de todo aquello que implique apartarnos el uno del otro, loco al regalarme su sexo y empujarme a un mundo de gritos donde el punto final de placer termina siendo un grito mayor. Con él he aprendido a hacerlo en casa de su madre, en moteles y cuando no tenemos dinero en las escaleras, en el parque, en el carro, encima de la mesa, en la cocina o en cualquier parte que implique riesgo y como tal mayor excitación, por eso es que a hurtadillas, con su ayuda, termino escapándome de casa todas la semanas, inventando actividades del colegio o tareas en grupo en la casa de alguna compañera, mientras mi padre se desgasta poniéndome límites en la edad para tener novio, como si el amor fuera una convención a la que debemos obedecer, como si las ganas de sentir el calor de otro cuerpo tuvieran que posponerse hasta los dieciocho, como si no lo sintiera a cualquier hora de la noche amándose libremente con mi madre, mientras en el día pretende hacerme entender que el amor es algo sucio y peligroso que puede desembocar en tragedia, como si el amor necesitara ser autenticado por la mayoría de edad.

Esta es otra tarde en la que mi novio me esperará furibundo, pero tan pronto nos encontremos se trepará en mi cima y levantaré mi pierna para darle paso a su furia incontenible que me lleva y me trae no sé a donde, que me hace estallar en júbilo cada vez que me recorre. Cuando nos veamos lo cogeré de las nalgas y lo empujaré lo más fuerte que pueda hacia mi centro. Seremos perversos y lujuriosos en la manera como nos amemos, olvidaremos el mundo que nos acecha y como dos animales tristes que buscan consuelo en el cuerpo del otro, nos amaremos hasta el fin del tiempo, que no es más que una hora de la que dispongo para refugiarme en él y luego volver al búnker en el que me tienen.

Mi padre me ha dicho que los hombres de hoy sólo buscan placer en las jovencitas como yo, pero lo que él desconoce es que nosotras también lo necesitamos, que el amor te toca las puertas a cualquier edad, que llega te enamora, te jode o te salva durante un rato, que se mete por las piernas y nos eleva a una especie de limbo paradisíaco y que los hombres al igual que las mujeres los domina el temor de encontrar el fracaso, sin embargo, la única salida es precisamente amar y ser feliz mientras se pueda. El día en que se entere que he tenido novio desde los dieciséis y que hacer el amor me ha hecho más feliz y experta en las artes amatorias, el día que sepa que desde hace meses, todas las tardes escapo de mi búnker para amar hasta el alma, armará un escándalo, pensará que ha perdido todos estos años enseñándome valores y formas de defenderme de los acechos de la sociedad, quizás grite, llore o me de unos cuantos golpes, pero aún así, creo que ha valido la pena arriesgarlo todo por amor.

Papá es un ser inigualable, pero se ha olvidado que estoy hecha de huesos y carne y que contrario a su concepción de verme como un angelito, en las noches un infierno recorre mi cuerpo enlagunado que pide a gritos un velero que lo surque. La mayoría de las noches, con la ayuda del teléfono imagino el cuerpo de mi novio sobre mis sueños y en las madrugadas, desde el refugio que me han construido, tomo nuevamente el teléfono para planear mi próximo escape hacia un mundo más humano en el que puedo construir mi realidad llena de deseos que en nada tienen que ver con la edad. Él sabe del ruido que habita en el corazón de su hija, sin embargo, le teme y lo aguanta porque es la misma canción que lo habita desde sus dieciséis.

Ya son las tres y media de la tarde y aún duerme, aunque tengo impaciencia y miedo, no voy a posponer mi gran encuentro. Esta será la última posibilidad de sentirme libre antes de caer en la estrategia de papá de asegurar para mí el amor que más le convenga, pues ya pronto voy a recibir de sus manos la licencia para amar, aún así no renunciaré a mis aventuras semanales de escaparme clandestinamente con el vestido que más nos gusta, al otro lado de la ciudad, lejos de los ojos inquisidores que me trajeron el amor hasta el bien llamado búnker en que vivo y que todos los viernes a las tres de la tarde abandono para regresar a las cuatro, feliz de no sucumbir ante el miedo.

Publicado en: Materialización de lo inasible, Cuentos. Fundación Cultural El trapiche. 2007. ISBN 978-958-44-2339-9
arizadaza@yahoo.com

Óscar Andrés Ariza Daza

1 comentario:

Unknown dijo...

es un excelente cuento!!